jueves, 24 de julio de 2014

Poesía a mano III

               
                  X

La primera vez que dormí contigo,
te miré y miré para aprenderte.
Tu espalda era un mapa.
Te giraste y me miraste con odio en los ojos.
Como si te hubieras arrepentido de acostarte conmigo.
Sentí vergüenza.
Salí corriendo.
Cuando llegué a la estación
el agua del naufragio me llegaba a los tobillos.
Te miré y te miré pero no te aprendí.


                XI

Me sé tus pies de memoria.
De pintártelos.
De pintarte tallos y hojas,
olas y vientos,
sandalias griegas con hebillas de sol.
Me sé tus pies de memoria.
De tocártelos.
De chuparte los dedos.

La tarde de la noche que me dijiste que me dejabas,
te pregunté si te pintaba los pies.
Me dijiste que no,
pero al momento cambiaste de opinión.
Fueron las últimas mareas,
las últimas lunas.
Los últimos pájaros en mis manos.
Y yo sin saberlo.


XII

Hace tiempo que no jugábamos
al juego de abrir la boca.
Abre la boca.
Y yo ponía un te quiero de voz dentro.
Y una sonrisa fuera.


                XIII

Ni siquiera recuerdo cuando fue
la última vez
que me dijiste te quiero.
Solo sé que fue hace mucho.
Porque ni siquiera me acuerdo.


                XIV

Me acuestas como a una niña pequeña.
Me hablas de tus cosas y con un quiero ponerme a trabajar,
me das un beso rápido en la boca.
Sin lengua. Sin saliva.
Un beso sin beso.

Me caigo por el sumidero del vientre
convertido en cascada de gritos.
Adentro.
Incapaz de sostenerme en un beso sin beso.
Hasta el día siguiente.
Más hambre.

(Colección mujer acostada 1923, T. Foujita)                        

No hay comentarios:

Publicar un comentario