lunes, 28 de julio de 2014

Poesía a mano IV



                XV

Gritos. Gritos. Gritos.
Me han nacido y crecido todos los gritos dentro.



                XVI

Dijiste que te casarías conmigo
y yo te creí.
En mi primer cumpleaños juntos
me regalaste un kimono de seda antiguo.
Oscuro.
Con un pañuelo de flores grandes y vivas
para la cintura.
Todos estos años lo he guardado.
Como un ajuar.
Para llevarlo en nuestra boda.
Ahora que me has dejado
será una hermosa mortaja.



                XVII

Ya no necesito descubrir que hay
detrás de tus ojos profundos.
La tristeza antigua solo a ti te pertenece.
Ya solo necesito
que me quieras como soy.



                XVIII

A veces te muestras con la cara cargada de años.
Otras veces tus ojos se estiran hacia atrás
como las orejas de un animal que caza.
Y pareces más joven.
Te toco la barba, el pelo.
Te huelo la barba, el pelo.
Te beso la boca.


                XIX

Tus manos.
Ay, tus manos.
Echo en falta tanto tus manos.



                XX

Te contienes en algunas palabras escritas
que escapan a las máscaras.
Las toco con los dedos.
Te escondes detrás de un laberinto de cristales y espejos.
Fabricados con los años.
Inaccesible. Sin salida.
Incluso a ti mismo.



                XXI

Ya no sé quién soy.
Me adentré en el laberinto de tus cristales y tus espejos.
Y me perdí. Me olvidé de mí.
Ahora que nuestra casa se ha desplomado
me busco entre los añicos de las ruinas.
Sin luz.
Sin alas mariposa de minotauro.
Rota.



                XXII

En la cocina de azulejos viejos y techos altos
como melón con las piernas en alto.
Desnuda. En la ventana.
Poniendo en cada bocado toda mi lascivia.
No sé si tú me miras,
pero yo me visto de ti.
Me pinto los labios con los dedos.



                XXIII

En tus ojos se pueden encender hogueras
para abandonarse a la noche estrellada.
Pero también muros
para perderse sin remedio en los desiertos.
Nunca sabía que ciudad esperar en tus ojos,
que piel preparar.

En vez de esperarte,
te seguí entre las estatuas de los tejados.
Hasta que me volví también de piedra.
Invisible.
Hasta que me volví loca.
Loca de las hogueras y las estrellas.
Loca de los muros y los desiertos.


                                                                 (Mujer frente al espejo, P. Picasso)

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