XV
Gritos.
Gritos. Gritos.
Me han
nacido y crecido todos los gritos dentro.
XVI
Dijiste que
te casarías conmigo
y yo te
creí.
En mi primer
cumpleaños juntos
me regalaste
un kimono de seda antiguo.
Oscuro.
Con un
pañuelo de flores grandes y vivas
para la
cintura.
Todos estos
años lo he guardado.
Como un
ajuar.
Para llevarlo
en nuestra boda.
Ahora que me
has dejado
será una
hermosa mortaja.
XVII
Ya no
necesito descubrir que hay
detrás de
tus ojos profundos.
La tristeza
antigua solo a ti te pertenece.
Ya solo
necesito
que me
quieras como soy.
XVIII
A veces te
muestras con la cara cargada de años.
Otras veces
tus ojos se estiran hacia atrás
como las
orejas de un animal que caza.
Y pareces
más joven.
Te toco la
barba, el pelo.
Te huelo la
barba, el pelo.
Te beso la
boca.
XIX
Tus manos.
Ay, tus
manos.
Echo en
falta tanto tus manos.
XX
Te contienes
en algunas palabras escritas
que escapan
a las máscaras.
Las toco con
los dedos.
Te escondes
detrás de un laberinto de cristales y espejos.
Fabricados
con los años.
Inaccesible.
Sin salida.
Incluso a ti
mismo.
XXI
Ya no sé
quién soy.
Me adentré
en el laberinto de tus cristales y tus espejos.
Y me perdí. Me
olvidé de mí.
Ahora que
nuestra casa se ha desplomado
me busco
entre los añicos de las ruinas.
Sin luz.
Sin alas
mariposa de minotauro.
Rota.
XXII
En la cocina
de azulejos viejos y techos altos
como melón
con las piernas en alto.
Desnuda. En la
ventana.
Poniendo en
cada bocado toda mi lascivia.
No sé si tú
me miras,
pero yo me
visto de ti.
Me pinto los
labios con los dedos.
XXIII
En tus ojos
se pueden encender hogueras
para
abandonarse a la noche estrellada.
Pero también
muros
para
perderse sin remedio en los desiertos.
Nunca sabía
que ciudad esperar en tus ojos,
que piel
preparar.
En vez de
esperarte,
te seguí
entre las estatuas de los tejados.
Hasta que me
volví también de piedra.
Invisible.
Hasta que me
volví loca.
Loca de las
hogueras y las estrellas.
Loca de los
muros y los desiertos.
(Mujer frente al espejo, P. Picasso)
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