XXX
A veces me
enredo en la cabeza.
Necesito un
abrazo.
A veces me
enfado por cosas que no son.
Necesito un
abrazo.
A veces me
caigo, a veces me levanto.
Necesito un
abrazo.
Me miro las
manos, la piel.
Tengo frío.
Estoy llena
de abrazos que se pudren.
XXXI
Me levanto
temprano.
Necesito cerrar
los ojos.
Solo un
poco.
Mientras tomo
un café.
Dormitar que
empieza un nuevo día
para luego
poder seguirlo.
Leo.
Solo un
poco.
Para alimentar
el silencio.
Mientras, la
perrita,
ha tratado
de chuparme los pezones desnudos.
Necesito cerrar
los ojos.
Solo un poco.
Me vuelvo al
recuerdo de ti
acercándote
con la boca abierta a mi pecho.
XXXII
¿Y tú, cómo
ves a mamá?
La niña-mujer
no responde.
Mantiene los
ojos muy abiertos,
la mirada
sostenida al filo
de un
acantilado de mar.
La garganta
encogida.
XXXIII
Me estalla
la cabeza.
Agotada del
pensamiento sin cansancio.
Pensarte y
pensarte de manera permanente.
Despierta. Dormida.
Enganchada a
una rueda inagotable en su giro.
A una piedra
de Sísifo.
XXXIV
Hoy salí
temprano a andar la orilla.
Me llené del
sonido en calma del mar.
Azul.
Me tendí en
la arena.
Con las
manos hacia arriba.
Esperando sostener
el pozo del pecho
que se traga
mi garganta y mi estómago.
Oscuro.
¿De qué
color son tus lágrimas?
Amarillas,
pensé.
XXXV
Al principio
no quería ir al mar
que habíamos
paseado juntos el verano pasado.
Me dolía su
azul.
La arena me
mordía los pies.
Podemos seguir
juntos pero lo mejor
es que tú y
la niña os quedéis aquí.
Yo vendría a
veros.
¿Lo mejor
para quién?
Al principio
no quería ir al mar.
Me pesaban
en el pecho los meses descontados día a día.
Ya no quiero
que sigamos juntos.
Lo mejor es
que tú y la niña os vayáis a tu casa cerca del mar.
El siguiente
verano.
Al principio
no quería ir al mar.
Me ahogaba.
Gota a gota.
Día a día. Pérdida a pérdida.
XXXVI
Cuando nos
conocimos, hablamos del mar interior.
Del agua de
dentro.
Estás como
unas maracas, me dijiste.
Como una
regadera, por favor, te contesté.
De agua.
Que pueda
llenarse y vaciarse.
Luego a
nuestro colchón le llamamos ‘la playa’.
Tumbarme contigo
y pensarme en el paraíso.
La playa.
En la
cabecera, el mandala de azules. Otro mar interior.
Gota a gota.
Día a día. Pérdida a pérdida.
La playa fue
desapareciendo.
XXXVII
Y me fui
desapareciendo yo también.
Gota a gota.
Noche a noche.
Acurrucada como
una niña no nacida a un no pasa nada.
Incapaz de
no contar las noches vacías.
Y me fui
desapareciendo.
Se me
borraron los ojos y la boca.
Se me
borraron las manos.
La garganta,
la piel entera.
Los huesos.
La voz.
Al final
solo fui unos dedos de los pies
que a veces
te rozaban.
Gota a gota.
Noche a noche. Sola.
¡María!
Grito hoy
con las noches y los días confundidos.
¡Mujer!
¡No te
desaparezcas del todo!
Gota a gota.
¡María!
Nácete. Pare
una risa.
Día a día. Gota
a gota del amor.
Mujer en la playa (M. José Ramat).
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