domingo, 5 de marzo de 2017

Besos en el pelo

Es domingo por la tarde y ‘techo’ en falta. He salido de casa intentando escapar de la tarde a plomo. Quiero escribir pero me siento incapaz de hacerlo en el ordenador. Pienso en si acaso pudiera hacerlo en este cuaderno y luego transcribirlo sin más.

En el cuaderno escribo sin profundidad. No buceo. Solo nado en la superficie. Describo a las personas que veo. Lo cotidiano. Como si me hubiera quedado sin lenguaje.

Me siento los huesos de las piernas. A todo lo largo. Hoy salí a correr. Como apenas lo hago, solo los domingos y no todos, mi cuerpo protesta. Cuando llego me acurruco sudada en el sofá. Inconfesable.

Esta mañana cuando salía, un chico paseaba a su perro en pantalón de pijama. Pijama, barba hípster y bulldog francés. Es domingo. Yo ahora tengo gato y no lo saco. Ni con pijama ni sin pijama. Lo llamo ‘el niño', pero desde que hace unos días releí el ‘¿Por qué miramos a los animales?’ de Berger, me siento culpable de hacerlo. Furtiva. Ladrona de su alma animal de gato. Egoísta.

He elegido un título para esto que escribo: besos en el pelo. Pienso en los que la madre de la plaza del diamante daba a la hija y me siento incómoda. Siempre me parecieron tan cargados de amargura. Fuera esos besos.

Soy una surfista emocional. Lo hemos hablado hoy. Subo y bajo. Si estoy arriba, sufro esperando la caída. Si estoy abajo, sufro sumida en un abismo. Soy una surfista emocional sin la piel tostada. Sin viento. Siempre en la caída. Puta película de ‘El mismo amor, la misma lluvia’, llena de trampillas que se abren y cierran. Fuera la película.

Soy una surfista emocional. Demasiado enamorada.

Me besas el vientre. Invoco al vientre como una luna. Sin necesidad de parirse.

Besos en el pelo. Demasiado enamorada de ti.

Vamos por la calle. Enredamos los dedos. Me abrazas mientras seguimos andando. Hombro con hombro. Me besas el pelo.

El pelo me cae largo y el beso lo recorre. Como si fuera un río. Me aprietas hacia tu cuerpo. Como si pudieras besarme entera con un solo beso de labios.

La plaza del diamante. La madre que va y viene. Yo que subo y bajo. Como un pez que ha picado el anzuelo. Del pecho. Recorro el hilo.

Desde ayer una piedra de cuarzo, rota y anillada en alambre cuelga en el techo de otro hilo. Si entro la veo. Si salgo la veo. Sobre el descansadero. Como un pájaro.

Besos en el pelo. Creo que no quiero vivir más sin tus besos en el pelo.

Remuevo el descafeinado frío. Tengo ganas de sur. De mar.

Escribo en el cuaderno de las cosas bellas: los sonetos de amor.


'Donde pongo la vida pongo el fuego

de mi pasión volcada y sin salida'.



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